Vuelve

Crónica de Dora Mota: “El placer de maravillarse y aprender”

15 de Novembro de 2020, às 08h00

Ser un juez de alimentos puede parecer fácil, pero juzgar los platos fue una de las tareas más complejas que tuve que hacer. Es diferente comer por placer y comer para juzgar.

En verano, hice algo que nunca había hecho antes: ser juez en un concurso de gastronomía. Fue memorable por varios motivos, el principal en compañía de nuestro crítico de vinos y gastronomía, Fernando Melo. Fernando es un poliedro. Era un científico de la física y revela un conocimiento fascinante sobre las cosas en cada paso, desde las galaxias hasta los tomates. Tiene un sentido del humor abrupto y desconcertante, que se equilibra en la paradoja de ser tan agudo como compasivo. Envolviendo todo en una risa que hace que todo avance. Almorzar cuatro veces al día con esta persona es una experiencia en sí misma.

Fue él quien me hizo formar parte del jurado del I Beira Interior Gourmet, diseñado para promover la armonización de platos regionales con vinos de esa región, y convivir con todos estos tesoros fue otro motivo para no olvidar esos días de julio muy caluroso, viajando millas de Beira Alta a Beira Baixa, pasando por ciudades donde nunca había estado.

Aquí estoy frente a otra razón por la que estos dos permanecen en mi memoria: ¿cómo es que nunca había estado en Castelo Branco, Vila Velha de Ródão o Proença-a-Nova? ¿Y cómo es que no he vuelto a Guarda o Covilhã durante tantos años? Y qué belleza en esas montañas tan sufridas por los incendios, tan inmensas en el horizonte, tan marginales en nuestro imaginario monocórdico de habitantes de metrópolis costeras.

Se fue para regresar pronto: en agosto pasé una semana de campamento en Oleiros. Fue una de las mejores semanas de vacaciones de mi vida, con inmersiones en todas las playas fluviales que aparecieron frente a nosotros, con pasajes en fabulosos restaurantes y con una maleta llena de quesos y dulces en el camino de regreso.

Ser un juez de alimentos puede parecer fácil, pero no lo es. Juzgar platos fue una de las tareas más complejas que tuve que hacer, así como juzgar su armonización con el vino. Hay muchas cosas a tener en cuenta, se necesita mucha concentración, distinguir detalles. Es muy diferente comer por placer y comer al gusto y evaluar.

Aprendí mucho de Fernando y mis socios del jurado, incluido el chef Rui Cerveira y la enóloga Patrícia Santos, y me di cuenta de la suerte de estos socios en el primer minuto, así que fui una esponja de atención. No pensé en ningún final para esta crónica, al contrario de lo que es habitual. Solo quería compartir la idea de que el placer de aprender, sorprenderse y expandir horizontes puede ocurrir en cualquier momento.